Gallipoli (1981)
La historia nos sitúa en Australia en 1915. El joven velocista Archy Hamilton (Mark Lee) es toda una promesa del atletismo y un ídolo local, que sueña con alistarse en el ejército y combatir en la guerra. Aprovechando una estancia fuera de su casa para disputar una competición atlética, Archy decide fugarse para enrolarse en la caballería ligera. Tras ser rechazado por su corta edad, trabará amistad con otro corredor llamado Frank Dune (Mel Gibson) que le propone viajar a Perth para volver a intentar alistarse. Durante el camino hacia la ciudad, en el que Archy y Frank deberán cruzar a pie un buen trecho de desierto surge una estrecha amistad entre ambos jóvenes, y pese a que Frank en principio es contrario a participar en la guerra, finalmente seguirá los pasos de su amigo alistándose en la infanteria para combatir en Gallipoli contra los turcos.
El director australiano Peter Weir fue el encargado de llevar a la gran pantalla esta película basada en la famosa Campaña de Gallipoli (o de los Dardanelos) ideada por el Primer Lord del Almirantazgo británico Winston Churchill para sacar a Turquia de la guerra. Una campaña que se saldó con un fracaso total y que le costó a los aliados cerca de medio millón de bajas de las que unas 30.000 fueron australianas. Weir tardó cerca de 3 años en reunir los fondos necesarios para financiar el proyecto, ya que la película, con un presupuesto cercano a los 3 millones de dólares supuso la producción más cara del cine australiano hasta la fecha. Al final el dinero pudo conseguirse gracias a la participación financiera del magnate de los medios de comunicación Rupert Murdoch, que mostró interés en el proyecto porque uno de sus abuelos había cubierto la campaña de los Dardanelos como corresposal de guerra.
Y hay que decir que, desde luego, el dinero estuvo muy bien invertido. La película, que tiene un arranque apacible para ir subiendo gradualmente de intensidad conforme avanza, sabe ofrecerle al espectador una historia entrañable a la vez que realista, que rezuma humanidad. Una historia en la que se nos habla de la amistad verdadera, el idealismo de toda una generación de jóvenes cuyas vidas iban a ser truncadas por la guerra, y el absurdo de esta, que llevó a miles de soldados a realizar un sacrificio inútil en una campaña que militarmente era un callejón sin salida. En ese sentido la película cuenta con varios elementos destacables, desde la excelente química de su dúo protagonista, con unos jovencísimos Mel Gibson y Mark Lee en estado de gracia; unido a una sobresaliente puesta en escena, una excelente labor de recreación y ambientación de los escenarios donde transcurre el film, y una fotografía de gran calidad. Tampoco puede dejar de mencionarse la muy adecuada Banda Sonora del film, que combina los modernos sonidos del album Oxygen de Jean Michel Jarre con la sobrecogedora solemnidad clásica del Adagio de Albinoni.
Sin duda lo mejor del film estriba en su parte final, cuando la historia camina hacia un desenlace que condensa el mensaje antibelicista (no exento de un evidente poso antibritánico) de la historia. Un desenlace muy bien filmado que –pese a tener ciertas reminiscencias de Sin Novedad en el Frente- tiene la capacidad de sobrecoger al espectador, amén de servir como trágico cierre a la historia.
En definitiva, “Gallipoli” es un título notable al que quizás le faltan algunos matices para haber llegado a la categoría de obra maestra. Pese a lo cual, es una de esas películas de esmerada factura visual y artística que pueden volverse a ver cada cierto tiempo sin que pierdan el interés. Una película de temática antibélica muy recomendable.